
Abandono escolar: cuando la familia se vuelve cómplice (sin saberlo)
La deserción escolar es solo un problema educativo: es una emergencia social. Detrás de cada pupitre vacío se esconde una historia de resignación, a menudo silenciosa, que involucra no solo al estudiante, sino también, y sobre todo, a su familia . En muchos casos, son los propios padres, por su desconocimiento, fragilidad o resignación, quienes fomentan la deserción escolar . No por malicia, sino por ignorancia emocional, inmadurez educativa y un malestar existencial no resuelto .
Familias frágiles, niños desorientados
Hoy en día, muchos padres experimentan una profunda angustia: financiera, psicológica y relacional. Algunos tienen antecedentes de fracaso académico, otros se sienten incapaces de apoyar la educación de sus hijos. Esto conduce a dos actitudes opuestas, pero igualmente perjudiciales:
- Indiferencia pasiva : "Si no quiere ir a la escuela, que así sea. Lo importante es que esté bien".
- La complicidad irresponsable : "¿Le duele el estómago? Mejor que se quede en casa. No quiero obligarlo".
En ambos casos, el mensaje es claro: la escuela es opcional. Así, cualquier pequeño inconveniente se convierte en una excusa para faltar a la escuela, cualquier dificultad en un motivo para abandonarla.
La ignorancia emocional: el verdadero enemigo
Muchos padres carecen de las herramientas para comprender el profundo valor de la escuela. No solo como lugar de aprendizaje, sino como espacio de emancipación, crecimiento e intercambio. La escuela es el primer laboratorio social donde aprendemos a fracasar, a levantarnos y a construir una identidad.
Cuando un padre nunca ha vivido todo esto, o lo ha vivido como un trauma, tiende a transmitir a sus hijos una idea distorsionada de la educación: una obligación, una tarea, un enemigo.
El papel de la escuela: entre la impotencia y la resistencia
Los docentes lo saben. A diario, ven a estudiantes que mueren, familias que no responden, ausencias que se justifican con ligereza. Aun así, persisten. Porque saben que cada niño que se queda representa una oportunidad de cambio. Pero por sí solos, no son suficientes. Necesitamos una alianza educativa fuerte, sincera y valiente. Necesitamos que el lado positivo de la crianza —el lado consciente, presente, aunque a veces cansado— prevalezca y se haga oír. Para resistir la deriva de la indiferencia.
La escuela como discontinuidad generacional
Para muchos niños, la escuela es la única oportunidad de romper el ciclo de pobreza cultural, marginación y resignación. Es el puente hacia un futuro diferente al de sus padres. Pero si la familia no lo comprende, si no lo apoya, ese puente se derrumba. Y entonces el riesgo es que el sufrimiento de los padres —sin procesar, sin transformar— se convierta en el legado de sus hijos. Un legado de sacrificio, de sueños frustrados, de vidas a medias.
¿Qué podemos hacer (juntos)?
- Educar a los padres sobre la crianza de los hijos : reuniones, asesoramiento y programas de concientización.
- Hacer la escuela más acogedora : menos burocracia, más escucha, más flexibilidad.
- Promover buenas prácticas : contar las historias de quienes lo han logrado, incluso partiendo de contextos difíciles.
- Crear redes locales : escuelas, servicios sociales, asociaciones, parroquias, todos juntos para no dejar a nadie atrás.
La deserción escolar no es solo culpa de los niños. Es síntoma de un malestar más profundo, que nace en las familias y se refleja en las escuelas. Pero también es una oportunidad: repensar la educación, reconstruir relaciones y brindarles a nuestros hijos —y a nosotros mismos— un futuro mejor.
EN OTRAS PALABRAS
Una escuela fronteriza, un director valiente y, al fondo, el Parque Verde de Caivano , un suburbio difícil al norte de Nápoles, en medio de la delincuencia, la decadencia y el sueño de una regeneración social. Un contexto suspendido entre el bien y el mal, donde, sin embargo, se descubren inesperadamente obras maestras humanas.
Domenico Iannacone regresa a Caivano para reunirse con Eugenia Carfora, directora del Instituto Francesco Morano, que continúa su lucha contra el abandono escolar. Aquí, el abandono escolar no es solo un problema educativo: es una emergencia social. Detrás de cada escritorio vacío se esconde una historia de sacrificio, a menudo silenciosa, que afecta no solo al estudiante, sino también, y sobre todo, a su familia.
En muchos casos, son los propios padres, por su inconsciencia, fragilidad o resignación, quienes fomentan el abandono. No por malicia, sino por ignorancia emocional, inmadurez educativa y angustia existencial no resuelta. Algunos han experimentado el fracaso académico, otros se sienten incapaces de apoyar a sus hijos. Y así, cada dificultad se convierte en motivo de abandono, cada adversidad en excusa para quedarse en casa.
Sin embargo, incluso en este contexto, la escuela puede convertirse en un bastión de humanidad. El Instituto Morano es hoy una flor en el desierto, un lugar acogedor que no juzga y no deja a nadie atrás. Un poderoso mensaje de cambio que también inspiró al empresario emiliano Eugenio Gagliardelli. Adoptando el proyecto visionario del director, contrató a los estudiantes recién graduados en su empresa de cerámica, ofreciéndoles trabajo, vivienda y un coche. Un modelo "olivetiano" que fusiona la responsabilidad empresarial y social.
La deserción escolar no es solo culpa de los niños. Es síntoma de un malestar más profundo, que nace en las familias y se refleja en las escuelas. Pero también es una oportunidad: repensar la educación, reconstruir relaciones y brindarles a nuestros hijos —y a nosotros mismos— un futuro mejor.
Compartir estas historias significa creer que el cambio es posible. Incluso cuando parece imposible.
Abandono escolar: cuando la educación se convierte en resistencia civil
Una escuela de frontera, un director valiente y, al fondo, el Parque Verde de Caivano, un suburbio difícil al norte de Nápoles, en medio de la delincuencia, la decadencia y el sueño de una regeneración social. Un contexto suspendido entre el bien y el mal, donde, sin embargo, se descubren inesperadamente "obras maestras humanas". Domenico Iannacone regresa a Caivano para encontrarse, después de un tiempo, con Eugenia Carfora, directora del Instituto Francesco Morano . Su lucha contra el abandono escolar no es meramente educativa: es profundamente social, cultural y política. Aquí, donde las tasas de abandono escolar alcanzan niveles extremos, la escuela se convierte en un bastión de la humanidad, una barrera contra el declive, un espacio de resistencia.
Detrás de cada escritorio vacío, una historia de renuncia
Abandonar la escuela nunca es solo una decisión individual. Detrás de cada pupitre vacío se esconde una historia de abandono, a menudo silenciosa, que involucra no solo al estudiante, sino también, y sobre todo, a su familia. En muchos casos, son los propios padres, por desconocimiento, fragilidad o resignación, quienes fomentan el abandono escolar. No por malicia, sino por ignorancia emocional, inmadurez educativa y angustia existencial no resuelta. Algunos padres tienen un historial de fracaso escolar, otros se sienten incapaces de apoyar a sus hijos en su trayectoria educativa. Esto genera actitudes opuestas, pero igualmente dañinas: indiferencia pasiva ("Si no quiere ir a la escuela, qué más da") e indiferencia cómplice ("¿Le duele el estómago? Mejor que se quede en casa"). En ambos casos, el mensaje es claro: la escuela es opcional. Y así, cualquier pequeño inconveniente se convierte en una excusa para faltar a la escuela, cualquier dificultad en un motivo para abandonar.
Muchos padres carecen de las herramientas para comprender el profundo valor de la escuela. No solo como lugar de aprendizaje, sino como espacio de emancipación, crecimiento e intercambio. La escuela es el primer laboratorio social donde aprendemos a fracasar, a levantarnos y a construir una identidad. Cuando un padre o madre nunca ha experimentado todo esto —o lo ha vivido como un trauma—, tiende a transmitir a sus hijos una idea distorsionada de la educación: una obligación, una tarea, un enemigo.
El Instituto Morano: Una flor en el desierto
En este contexto, el Instituto Francesco Morano se erige como un símbolo de resistencia y renacimiento. la visión inclusiva e incansable de Eugenia Carfora , la escuela no juzga , excluye ni abandona. Se ha convertido en un poderoso mensaje de cambio, tanto que atrajo la atención de Eugenio Gagliardelli , un emprendedor emiliano que decidió invertir en sus graduados, ofreciéndoles trabajo, vivienda y un automóvil modelo al estilo Olivetti , que combina ética y desarrollo, educación y dignidad.
Para muchos niños, la escuela es la única oportunidad de romper el ciclo de pobreza cultural, marginación y resignación. Es el puente hacia un futuro diferente al de sus padres. Pero si la familia no lo comprende, si no lo apoya, ese puente se derrumba. Y entonces el riesgo es que el sufrimiento de los padres —sin procesar, sin transformar— se convierta en el legado de sus hijos. Un legado de sacrificio, de sueños frustrados, de vidas a medias. En resumen, la escuela como puente generacional.

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