En memoria de Martin Parr: la fotografía como herramienta de invención, de distorsión crítica de la realidad

10.12.2025


Con la fotografía, me gusta crear ficción a partir de la realidad. Intento lograrlo tomando los prejuicios naturales de la sociedad y dándoles un giro. Esta frase es una de las Martin Parr y resume a la perfección su poética: la fotografía como herramienta no solo para registrar, sino para inventar, para distorsionar críticamente la realidad. Parr no se conformaba con mostrar simplemente lo que tenía ante sus ojos: tomaba prejuicios, hábitos y convenciones sociales y los transformaba en imágenes que parecían caricaturas, pero que en realidad eran espejos fieles e implacables de nuestra vida cotidiana. Su " ficción a partir de la realidad " no era un engaño, sino una forma de revelar la teatralidad intrínseca de la vida social. Pensemos en sus playas abarrotadas, los picnics improvisados, los turistas con cámaras y recuerdos: escenas aparentemente banales que, a través de su mirada, se convertían en alegorías del consumo, la fragilidad y la búsqueda del placer. En definitiva, Martin Parr nos enseñó que la fotografía nunca es neutral: cada imagen es ya una historia, una construcción, una ficción que nos obliga a profundizar. Su cita es un manifiesto de libertad creativa y responsabilidad crítica: inventar no significa mentir, sino dar forma a lo que la sociedad preferiría mantener invisible.


Hay artistas que no solo fotografían el mundo, sino que lo reinventan, lo transfiguran y lo reimaginan con una lente que nunca es neutral, nunca se acomoda, nunca es cómplice del conformismo. Martin Parr fue uno de ellos, y su muerte deja un vacío no solo en el campo de la fotografía, sino en toda la conciencia cultural europea y global. Su mirada irónica, aguda y compasiva transformó la banalidad cotidiana en un teatro universal de contradicciones, fragilidad y esplendor inesperado.

Parr, nacido en 1952 en Epsom y miembro de Magnum Photos desde 1994 , ha construido un trabajo que no se limita a documentar, sino que también cuestiona, provoca y desestabiliza: desde las playas de New Brighton inmortalizadas en The Last Resort , donde el kitsch y la resiliencia de la clase trabajadora inglesa se mezclan en un mosaico de colores saturados y gestos cotidianos, hasta la serie dedicada al turismo global, en la que la multitud anónima se convierte en espejo de un deseo colectivo de escape y consumo.

Su estética aparentemente simple era en realidad un sofisticado acto de desenmascaramiento: el flash directo, los colores ácidos, la frontalidad casi cruel de sus tomas nunca fueron gratuitas, sino herramientas para revelar la teatralidad oculta de la vida social, para mostrar cómo lo cotidiano siempre está imbuido de ideología, deseo y poder. Parr no fotografió para embellecer, sino para resaltar lo que preferimos no ver : el exceso, la torpeza, la redundancia, la fragilidad .

Sin embargo, tras la ironía, siempre había una forma de pietas, una compasión que no se traducía en sentimentalismo, sino en un respeto radical por la dignidad de los sujetos, incluso cuando eran sorprendidos en el ridículo o el exceso. Parr no juzgaba, sino que escenificaba, y en este gesto teatral nos devolvió la posibilidad de reconocernos, de reírnos de nosotros mismos, de comprender que la belleza nunca está separada de la contradicción.

Su legado no reside solo en las más de cien publicaciones que escribió, ni en las exposiciones que comisarió, ni en las instituciones que fundó, como la Fundación Martin Parr , sino en la forma en que nos enseñó a mirar: a no conformarnos con lo superficial, a captar el detalle que rompe lo ordinario, a transformar lo banal en extraordinario. Parr hizo de la fotografía un ejercicio de pensamiento crítico, un acto de resistencia contra la superficialidad, una invitación a reconocer la complejidad de la realidad.

Hoy, al despedirnos de él, solo podemos ofrecerle palabras que son a la vez gratitud y promesa: gratitud por habernos enseñado que la fotografía es un lenguaje que puede ser irónico y profundo, cruel y compasivo, desenfadado y filosófico; una promesa de seguir mirando el mundo con esa misma mirada sesgada, capaz de transformar la realidad en ficción y la ficción en verdad. Martin Parr ya no está con nosotros, pero su mirada sigue viva en cada imagen que nos obliga a pensar, a reír, a dudar, a reconocernos.




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