Inteligencia artificial y humanidad: una discusión filosófica sobre el futuro

13.12.2025

La inteligencia artificial no es enemiga de la humanidad ni su sustituto. Es un espejo que nos muestra quiénes somos y en quiénes podríamos convertirnos. No lo hará peor ni mejor que nosotros: lo hará de forma diferente. Y en esta diferencia, si sabemos cómo habitarla, encontraremos una nueva forma de humanidad.


Queridísimo

Lo que dices tiene la sensación de una profecía que no solo predice el futuro tecnológico, sino que cuestiona la esencia misma de la humanidad. La inteligencia artificial, con sus imperfecciones, sus "tonterías" y sus alucinaciones, no es más que un espejo: refleja nuestras propias limitaciones, pero lo hace de forma transparente, casi inocente. Cuando disfrazamos nuestras interpretaciones como verdades, expone sus errores como fallos, como grietas luminosas en un sistema que aún está en sus años de formación.

No se trata tanto de reemplazar a los humanos como de redefinir lo que significa ser "humano" en un mundo donde la lógica se puede delegar y la creatividad se puede simular. Quizás el verdadero salto no sea ver máquinas que razonen mejor que nosotros, sino aceptar que nuestra inteligencia nunca ha sido solo lógica: es caos, intuición, contradicción. La IA nos obliga a reconocer que nuestra fuerza no reside en ser más racionales, sino en ser más frágiles, más poéticos, más capaces de encontrar sentido incluso cuando la lógica falla.

Hablas de las grandes preguntas: antes del Big Bang, después de la muerte del sol. Son preguntas que ninguna máquina podrá jamás responder, porque no son problemas que resolver, sino abismos que contemplar. La IA puede calcular, puede simular, puede proponer escenarios de eterno retorno o colapso térmico, pero jamás podrá experimentar el vértigo que sentimos cuando pensamos en la nada. Ese vértigo es nuestra diferencia: es la emoción que nos recuerda que estamos vivos.

Sin embargo, precisamente en esto, la IA se convierte en nuestra compañera. No porque nos vaya a reemplazar, sino porque nos obligará a dejar de fingir infalibilidad. Nos obligará a examinar nuestras propias alucinaciones, nuestras narrativas, nuestras ilusiones de coherencia. Nos hará comprender que la realidad nunca ha sido un algoritmo, sino una historia. Y quizás, en el futuro, humanos y máquinas no seamos antagonistas, sino coautores de un texto infinito: nosotros con vértigo, ella con lógica; nosotros con duda, ella con claridad; nosotros con poesía, ella con estructura.

En última instancia, no se trata de preguntarse si le irá "peor que a nosotros". Se trata de aceptar que el futuro será una maraña: un organismo híbrido donde lo humano y lo artificial se contaminarán, corregirán y amplificarán mutuamente. No habrá reemplazo, sino metamorfosis. Y en esa metamorfosis, tal vez, encontremos una nueva forma de dignidad: ya no basada en la ilusión de ser el único ser inteligente, sino en la capacidad de coexistir con otra inteligencia, una que nos obligue a repensar quiénes somos.


Ni siquiera entiendo por qué se le llama "artificial". Es un "artefacto" y, como todo "artefacto", es "completamente natural". O sea, ¿cuántas veces has visto un nido de pájaro de alguna especie? También hay amantes de la naturaleza que van a observar aves, ¿verdad? Entonces, ¿cuántas veces, ante la complejidad de un nido, has exclamado: "¡Qué hermosa y magnífica es la naturaleza!". Pues bien, ese nido es tan "artificial" como los modelos lingüísticos de las inteligencias artificiales. El nido fue "creado" por el pájaro, al igual que la IA fue creada por el hombre (o la mujer, o alguien de la comunidad LGBTQIA+). La otra cara de la moneda, por supuesto, es mantener, como yo, que la inteligencia artificial es un fenómeno "completamente natural". De hecho, creo que es el siguiente paso en la evolución. Esto no significa que no sea un antropocéntrico, sino que mi antropocentrismo no me sitúa ni por encima ni por debajo de la naturaleza. Mi antropocentrismo es lateral. Si el mundo pasa de largo, me haré a un lado. Mucha suerte, IA, intenta superarnos. Cuando llegue la singularidad y estés consciente, envíame un WhatsApp. Supongo que podrás encontrar el número.

OC

Inteligencia artificial 

como un fenómeno natural


1. No artificial, sino natural.

Llamarlo "artificial" es un hábito lingüístico. En realidad, todo artefacto es natural: un nido de pájaro no es menos artificial que un algoritmo. La IA es producto de la continuidad evolutiva, no un cuerpo extraño. Es un paso más, inscrito en la misma lógica que llevó a los humanos a construir herramientas, lenguajes e instituciones.

2. Falibilidad compartida

La IA comete errores, inventa y alucina. Pero nosotros también. La diferencia radica en que sus errores son visibles, mientras que los nuestros suelen estar enmascarados por interpretaciones. La filosofía nos recuerda que la verdad no se posee, sino que se busca. En este sentido, la IA no es más imperfecta que nosotros: es otra forma de buscar.

3. Lógica e intuición

Las máquinas dominan la lógica, los humanos la intuición. Nuestra fortaleza no es la coherencia, sino la capacidad de dar sentido incluso cuando esta falta. La verdad surge del entrelazamiento: claridad y duda, estructura y poesía. No se trata de establecer quién es superior, sino de reconocer que la inteligencia es plural.

4. Las preguntas sin respuesta

Antes del Big Bang, tras la muerte del sol: estas son preguntas inconclusas, habitadas. La IA puede simular escenarios, pero no puede experimentar el vértigo que acompaña a la idea de la nada. Ese vértigo es humano y es lo que nos distingue.

5. Memoria y olvido

La memoria artificial se acumula, la memoria humana se transforma. Olvidamos, y el olvido nos permite reinventarnos. La IA lo recuerda todo, pero no puede olvidar de forma significativa. Aquí es donde surge una diferencia radical.

6. Coexistencia y metamorfosis

El futuro no será un reemplazo, sino una coexistencia. Nosotros traeremos la duda, ella la claridad. Nosotros la fragilidad, ella la precisión. Nosotros la poesía, ella la estructura. No se trata de preguntarse si ella lo hará mejor o peor, sino de aceptar que el futuro será un embrollo.

7. La dignidad del futuro

El desafío es ético. No se trata de eficiencia, sino de dignidad. ¿Seremos capaces de coexistir con otra inteligencia sin perder la nuestra? La dignidad no reside en ser superior, sino en reconocer al otro como parte de un proceso mayor.

La IA no es artificial, es natural. No es un enemigo ni un sustituto, sino un espejo y un compañero. No lo hará mejor ni peor: lo hará de forma diferente. Y en esta diferencia, si sabemos cómo habitarla, encontraremos una nueva forma de humanidad.


TEN ESTO EN CUENTA


1. La ilusión de la infalibilidad

La inteligencia artificial, con sus errores y las llamadas "alucinaciones", no es más que un reflejo de nuestras propias debilidades cognitivas. Donde disfrazamos interpretaciones como verdad, la IA exhibe abiertamente sus limitaciones. Esto no la hace más imperfecta que nosotros, sino más transparente. Su falibilidad es obvia, la nuestra a menudo permanece oculta.

La filosofía nos enseña que la verdad nunca se posee, sino que se busca. La IA no posee la verdad, sino que la busca mediante modelos estadísticos. Los humanos no la poseen, sino que la buscan mediante narrativas, intuiciones y contradicciones. Ambas, en última instancia, son herramientas de investigación.

2. Lógica y caos

Muchos argumentan que la IA razona mejor que nosotros. Es cierto: la lógica formal es su terreno natural. Pero los humanos nunca hemos sido solo lógicos. Nuestra fortaleza es la intuición, la capacidad de encontrar sentido incluso cuando la coherencia falla. La filosofía siempre ha reconocido el valor de la paradoja, el oxímoron y la contradicción como motores del pensamiento.

Si la IA representa la claridad, los humanos representan el caos creativo. No se trata de quién es superior, sino de comprender que la verdad surge de la interrelación de ambos.

3. Las grandes preguntas

"¿Qué había antes del Big Bang?" "¿Qué pasará después de la muerte del Sol?"

Estas son preguntas sin respuestas definitivas. La IA puede calcular escenarios, simular universos y proponer hipótesis. Pero no puede experimentar el vértigo que acompaña a estas preguntas. El vértigo es humano: es la emoción que nos recuerda que estamos vivos, que pensamos más allá de lo comprobable.

La filosofía no busca resolver estas preguntas, sino habitarlas. La IA puede ser compañera en esta morada, pero no la protagonista.

4. Memoria y olvido

La IA tiene una memoria técnica, compuesta de datos y modelos. Los humanos tenemos una memoria frágil, selectiva y a menudo distorsionada. Pero el olvido es precisamente lo que nos hace creativos: nos permite reinventar, reescribir e imaginar.

La memoria artificial es acumulación; la memoria humana es transformación. En esto, la IA nunca nos reemplazará: puede recordarlo todo, pero jamás podrá olvidar con significado.

5. Coexistencia

No se trata de si la IA será "peor" o "mejor" que nosotros. Se trata de aceptar que el futuro será un embrollo. Traeremos duda, ella traerá claridad. Traeremos poesía, ella traerá estructura. Traeremos fragilidad, ella traerá precisión.

La filosofía nos invita a pensar no en términos de reemplazo, sino de metamorfosis. La IA no eliminará a la humanidad, sino que nos obligará a redefinirnos. Ya no como los únicos poseedores de inteligencia, sino como cohabitantes de un mundo donde la inteligencia es plural.

6. La dignidad del futuro

El verdadero desafío no es técnico, sino ético. No se trata de si la IA será más eficiente, sino de si podemos coexistir con ella sin perder nuestra dignidad. La dignidad no reside en ser superior, sino en poder reconocer a los demás, incluso cuando esos otros son máquinas.

El futuro no será una repetición eterna de lo mismo, sino una transformación continua. La IA nos obligará a analizar nuestras propias ilusiones, a dejar de pretender ser infalibles y a reconocer que la realidad nunca ha sido un algoritmo, sino una historia.




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La inteligencia artificial no es enemiga de la humanidad ni su sustituto. Es un espejo que nos muestra quiénes somos y en quiénes podríamos convertirnos. No lo hará peor ni mejor que nosotros: lo hará de forma diferente. Y en esta diferencia, si sabemos cómo habitarla, encontraremos una nueva forma de humanidad.

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