La anciana: Lana al-Sharif y la anatomía de una tragedia humana
Khan Younis, sur de la Franja de Gaza. Lana al-Sharif tiene diez años, pero sus ojos revelan una vida de sufrimiento que pocos adultos podrían soportar. Su cabello, antes negro, ahora está veteado de blanco, y las manchas en su piel hablan de un cuerpo consumido por el trauma. En lo que debería haber sido una época de inocencia, Lana se hizo conocida en su campo de refugiados como " la vieja ".
La historia de Lana es la de una generación entera atrapada en una tragedia que el mundo ignora o prefiere no ver . En enero de 2024, un bombardeo israelí cerca de su casa le provocó un violento ataque de pánico. El trauma, demasiado fuerte para su cuerpo y mente, desencadenó una enfermedad autoinmune, el vitíligo , que le dejó marcas visibles en la piel.
Hoy, Lana vive con su familia en una tienda de campaña en Khan Younis. Lo han perdido todo: su hogar, su seguridad, su esperanza . Su vida, como la de millones de palestinos en Gaza, es una lucha diaria por sobrevivir. Cada día es una lucha por encontrar comida, agua y medicinas. Sin embargo, nadie habla de Lana ni de niños como ella.
El silencio cómplice
Mientras los medios occidentales dedican amplio espacio a la liberación de todos los rehenes israelíes, historias como la de Lana permanecen ocultas . Nadie habla de los rehenes palestinos encarcelados sin juicio . Nadie informa sobre la vida de quienes se encuentran atrapados en la Franja, un lugar descrito por las Naciones Unidas como "inhabitable" ya en 2020 .
En Gaza , dos millones de personas viven asediadas . No pueden salir. No pueden recibir atención médica adecuada. No pueden buscar refugio en un lugar seguro. Son rehenes de un conflicto que las priva no solo de su libertad, sino también de su dignidad. Sin embargo, el mundo mira hacia otro lado, anestesiado por una narrativa que deshumaniza a los palestinos y reduce sus vidas a cifras en un boletín de guerra.
Este silencio no es neutral. Es una elección. Es el resultado de un sistema mediático que amplifica las voces de algunos y silencia las de otros, que invisibiliza a las víctimas palestinas mientras humaniza a las israelíes. Este desequilibrio es la base de la complicidad. Contar solo una versión de la historia perpetúa la injusticia, justifica la opresión y legitima la violencia.

La deshumanización es el mecanismo mediante el cual despojamos a otros de su humanidad, convirtiéndolos en entidades impersonales: terroristas, amenazas y objetos de exterminio.
Como describió Hannah Arendt en su análisis del totalitarismo, la deshumanización es el prerrequisito para el exterminio masivo.
Solo después de borrar todo reflejo de nosotros mismos en los demás es posible matar sin escrúpulos.
En la tragedia de Gaza, la narrativa dominante a menudo presenta a toda una población como potencialmente culpable, como caldo de cultivo para el terrorismo: esta es la cara moderna de la deshumanización.

Inocencia robada
Según UNICEF , más de un millón de niños viven en Gaza . Para ellos, la infancia ha sido borrada. No hay escuela, ni juegos, ni futuro . Cada bombardeo les arrebata un pedazo de su humanidad, transformándolos en adultos precoces, marcados por traumas que los acompañarán el resto de sus vidas.
Lana al-Sharif es una de ellas. Pero por cada Lana, hay miles de otros niños cuyos nombres, sueños rotos y miedos nunca conoceremos . Niños huérfanos, heridos, traumatizados o simplemente desaparecidos bajo los escombros .
Su sufrimiento no es un accidente de la guerra. Es una decisión política. Es el resultado de años de asedio, bombardeos y privaciones. Es el producto de una política que considera a los palestinos no como seres humanos, sino como números, como "daños colaterales".
Resistir para sobrevivir
A pesar de todo, el pueblo palestino resiste. Resisten la ocupación, el asedio, la invisibilidad. Resisten para sobrevivir, para mantener viva la esperanza de una vida mejor para sus hijos.
Lana al-Sharif es un símbolo de esta resistencia. Su cabello blanco y su piel llena de cicatrices narran una historia de dolor, pero también de resiliencia. Cada día que vive es una victoria contra un sistema que pretende borrarla.
Contar la historia de Lana significa romper el silencio . Significa reconocer la humanidad de los palestinos, su sufrimiento, su lucha. Significa rechazar la narrativa que justifica la opresión y abrazar una cosmovisión donde cada vida importa.
El deber de contar
Los medios de comunicación tienen un poder inmenso: dar voz a quienes no la tienen. Sin embargo, con demasiada frecuencia, este poder se utiliza para reforzar las desigualdades, para amplificar el dolor de algunos mientras se ignora el de otros.
la historia de Lana al-Sharif es un acto de justicia. Es una forma de recordarle al mundo que Gaza no se trata solo de números, sino de personas. Personas con sueños, miedos y esperanzas. Personas que merecen ser vistas, escuchadas y recordadas.
Lana no es solo " la vieja ". Es el rostro de una injusticia que ya no podemos ignorar. Y contar su historia significa elegir un bando: el de la humanidad, la verdad y la justicia.
La historia de Lana nos interpela profundamente. No podemos permanecer en silencio ante esta tragedia. Tenemos el deber de alzar la voz, escuchar y actuar. Porque cada historia ignorada es una herida más que se inflige a quienes ya están heridos. Y porque, como nos enseña Lana, incluso en los momentos más oscuros, la resistencia es el acto más humano que existe.
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