La cultura tras las rejas y la paradoja del miedo: Tirando la llave

19.11.2025


Algunos aplauden la ofensiva del Departamento de Administración Penitenciaria , convencidos de que bloquear talleres de arte, grupos de lectura y programas deportivos en unidades de alta seguridad es un acto de firmeza. « Ya basta de privilegios para los presos », dicen. « Quienes han cometido errores deben pagar, y pagar con creces ». Esta es la voz de un país que se engaña a sí mismo defendiéndose cerrando sus puertas —tirando la llave— y que confunde justicia con venganza. Sin embargo, si nos ponemos en el lugar del abogado del diablo, la pregunta se hace inevitable: ¿ es realmente más segura una prisión que reprime la cultura?


La lógica de la sospecha

La circular que remite todas las iniciativas culturales a Roma parte de una premisa: controlar significa prevenir . Pero el resultado es un estancamiento que borra meses de trabajo, proyectos asociativos y la energía de los voluntarios . Es como si la cultura se percibiera como un riesgo , una laguna por la que se pudiera filtrar la fragilidad del Estado. La paradoja es clara: existe el temor de que un libro, un taller de teatro o un partido de fútbol puedan socavar la seguridad más que la ociosidad , la frustración y el aislamiento .

Las matemáticas de la reincidencia

Las cifras hablan por sí solas : quienes participan en actividades culturales tienen una tasa de reincidencia que baja al 2% , en comparación con un promedio del 66% . Pero el abogado del diablo podría replicar: « La función de la prisión no es educar, sino castigar. Si la reincidencia disminuye, bien; si no, que así sea. La prioridad es demostrar la fuerza del Estado ». Esta postura aparentemente inflexible, sin embargo, revela una fragilidad : el temor a que la cultura devuelva la dignidad a quienes desean ser aniquilados . Es el temor a que la prisión deje de ser un lugar de expiación ciega y se convierta en un laboratorio de transformación .

El mito de “tirar la llave”

Tras la retórica de " tirar la llave " se esconde una necesidad colectiva de chivos expiatorios . Los reclusos se convierten en espejos distorsionadores sobre los que proyectar la culpa social y las inseguridades . El abogado del diablo diría: " Mejor mantenerlos encerrados y en silencio, para que no molesten ". Pero esta decisión resulta contraproducente: una prisión que no educa devuelve a la sociedad individuos más enojados, más alienados y más peligrosos .

Hasta el último aliento

El verdadero desafío no es decidir si los presos merecen un taller de escritura o un partido de voleibol . El desafío es comprender si, como sociedad, tenemos el coraje de reconocer su humanidad . Jugar de abogado del diablo nos obliga a enfrentar la contradicción : quienes invocan seguridad absoluta en realidad alimentan la inseguridad. Quienes reprimen la cultura en realidad fomentan la reincidencia . Quienes cierran puertas en realidad abren ventanas al resentimiento .

La cultura carcelaria no es un privilegio. Es una inversión. Es la oportunidad de transformar el aliento de quienes han cometido errores en un aliento de nueva vida, ya no de violencia, sino de renacimiento. Y si de verdad queremos seguridad, debemos tener la valentía de admitir que la llave no es para cerrar, sino para abrir.



La paradoja del miedo: por qué la cultura es oxígeno, no amenaza

Existe el temor de que un libro, un taller de teatro o un partido de fútbol puedan socavar la seguridad más que la ociosidad, la frustración y el aislamiento. Es una grotesca inversión de la lógica: como si la palabra fuera más peligrosa que el silencio, como si la creatividad fuera más subversiva que la resignación.

La cultura como aliento vital

La cultura no es un lujo ni un privilegio. Insufla oxígeno a una sociedad en riesgo de asfixia. En prisión , un taller de escritura se convierte en una puerta a la libertad interior, el teatro en un ejercicio de empatía, un partido de fútbol en una práctica de convivencia. En la sociedad , la cultura es lo que impide caer en el resentimiento, la ignorancia y el miedo. Donde falta, proliferan los estereotipos, las simplificaciones y los chivos expiatorios.

El verdadero riesgo: la falta de cultura

Quienes temen a la cultura la confunden con la fragilidad del Estado. Pero el verdadero riesgo reside en la ausencia de cultura: la ociosidad genera alienación. La frustración alimenta la ira. El aislamiento conduce a la reincidencia. Una prisión que sofoca la cultura no produce individuos pacíficos, sino cuerpos más enojados y mentes más cerradas.

La cultura como inversión en seguridad

Los datos lo demuestran: quienes participan en actividades culturales tienen una tasa de reincidencia que se reduce al 2%, en comparación con un promedio del 66%. Esto no es un detalle estadístico; es una revolución silenciosa. La cultura no debilita la seguridad, la fortalece. No abre puertas al peligro, sino que tiende puentes hacia el renacimiento.

Una inyección necesaria a todos los niveles

No basta con llevar cultura a las cárceles: necesitamos una infusión continua y generalizada de ella, que abarque escuelas, barrios e instituciones. En las escuelas , para prevenir la marginación. En los barrios , para transformar espacios degradados en lugares de comunidad. En las instituciones , para recordar que gobernar no se trata de castigar, sino de educar.



La paradoja es clara: quienes cierran la cultura por miedo, en realidad alimentan precisamente aquello que temen. La cultura no es un riesgo que haya que contener, sino un soplo de aire fresco que hay que multiplicar. Es el único antídoto contra la ociosidad, la frustración y el aislamiento. Es la única llave que no cierra, sino que abre.


¿QUÉ PREVÉ LA CONSTITUCIÓN?


La Constitución italiana establece que el castigo no es venganza, sino reeducación: un principio incontrovertible que hace que la cultura en la cárcel no sólo sea legítima, sino necesaria.

Artículo 27 de la Constitución: corazón del pensamiento reeducativo

El apartado 3 del artículo 27 de la Constitución italiana establece:

"Las penas no pueden consistir en tratos contrarios al sentido de humanidad y deben tener por objeto la reeducación del condenado."

Este principio es innegociable . No es una opinión ni una concesión : es una obligación constitucional . La reeducación no es una opción, sino el propósito mismo del castigo. Y la cultura —ya sea un libro, un taller de teatro o un partido de fútbol— es una de las herramientas más eficaces para lograrla.

La prisión no es una zona libre

Como señala el Ministerio de Justicia, la detención reduce la libertad, pero no suprime los derechos fundamentales . El artículo 2 de la Constitución garantiza los derechos inviolables del hombre incluso en los grupos sociales donde se expresa su personalidad, y la prisión es uno de ellos.

La dignidad de una persona detenida está protegida por la Constitución. No puede ser suspendida, ignorada ni subordinada a la búsqueda de venganza o propaganda..

Un pensamiento incontrovertible

Si la Constitución exige humanidad y reeducación, entonces cualquier obstáculo a la cultura en prisión constituye un obstáculo a la legalidad constitucional . No se trata solo de una cuestión ética o pedagógica: es una cuestión de derecho.

Bloquear las actividades culturales significa traicionar el mandato constitucional. Significa preferir la ociosidad, el aislamiento y la reincidencia a la dignidad, la transformación y la verdadera seguridad.

La cultura es la Constitución encarnada

Un taller de escritura no es un privilegio. Es la aplicación del Artículo 27. Un grupo de lectura no es una concesión. Es un ejercicio del derecho a la reeducación . Un partido de fútbol no es una vía de escape. Es parte del proceso de reinserción social .



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